jueves, 11 de noviembre de 2010

enseñar deleitando

Martin Gardner, en un artículo suyo titulado “Jugando con las matemáticas” comienza de esta manera:

“Durante décadas, algunos de nosotros hemos luchado para convencer a los profesores de matemáticas de que la mejor manera de motivar a los más jóvenes es darles tareas que les produzcan realmente placer. Si primero se capta el interés de la clase con un buen acertijo, una paradoja, un juego, una maqueta, un juguete, un chiste o un truco mágico, el maestro puede conducir a los estudiantes a ideas importantes sin que éstos se enteren siquiera de que están aprendiendo.”

No me parece mal que se intente atraer la atención de los alumnos del modo que explica Gardner y supongo que ha sido un recurso de los maestros de todos los tiempos. El problema aparece cuando este truco que puede ser usado en ocasiones se convierte en una especie de principio general que se debe aplicar siempre y que el alumno exige al profesor. El alumno cree que el profesor tiene que hacerle la clase placentera y divertida. Entonces estamos perdidos. Lo leí en DESEDUCATIVOS pero no recuerdo exactamente a quién. El alumno se repantinga en la silla y dice: “Venga, motíveme”.

Es fácil conseguir distraer algunos días a algunos alumnos. Es imposible, al menos para mi, entretener a todos y todos los días. A no ser que uno se marque como objetivo exclusivamente ese. Es más creo que es imposible aunque se pretenda como único objetivo. La televisión y la radio que pretenden entretener no siempre lo hacen y las apagamos cuando nos cansamos. Los alumnos no pueden hacer eso con el profesor, pero además es que el profesor no está para eso.


Aristóteles decía que una actividad es placentera cuando se elige libremente. Y muchos alumnos no eligen esto libremente. Ivan Illich lo decía con otras palabras en “la sociedad desescolarizada”: “Cualquier materia convertida en asignatura esteriliza en su raíz el deseo de conocerla.”

En fin, este post se quedó así hace mucho tiempo. Ya no recuerdo si lo daba por terminado o no. Lo cuelgo hoy solo porque lo pide Pseudópodo y para decirle que él fue el que despertó en mí el deseo de leer a Gardner.
Leí este verano “Los porqués de un escriba filósofo”, también aconsejado por él y lo pasé fenomenal. Me ha servido para comentar cosas con los alumnos. Muchas gracias, pseudópodo.

3 comentarios:

pseudópodo dijo...

Pues me alegro de que haya conseguido motivarte :) Espero que te animes a escribir de vez en cuando, que inglés ya sabes bastante (por lo menos para entender mi comentario).

A mí también me motiva que respondas, y que te haya despertado el deseo de leer a alguien (creo que no es la primera vez), y si ese alguien es Gardner y el libro es "Los porqués...", más aún, porque es un libro muy especial para mí, creo que el último libro que puedo decir que me cambió. Pero eso ya lod decía en el post que enlazas.

Lo que no decía es que lo leí, además, poco antes de casarme, en una época en la que todo parecía tener significado y yo estaba entre la esperanza y la incertidumbre. Descubir a Unamuno, a Chesterton y a Lewis me ayudó para alimentar la esperanza. Así que además de ser una inspiración intelectual tengo cariño a ese libro por motivos personales.

Bueno, te lo vuelvo a decir: que te animes a seguir escribiendo, que a mi también me motiva asomarme por aquí (y ver eso de "el planeta del que soy satélite" :)

Anónimo dijo...

pseudópodo, precisamente también leí este verano un libro de Lewis, "cartas del demonio a sus sobrino". Interesantísimo. Y lo leí porque lo citaba Gardner.

Elquebusca

Joselu dijo...

Es cierto, pongo toda mi capacidad motivadora en funcionamiento, hago inflexiones de voz, alzo la voz, la bajo, para explicar la cultura del renacimiento y el barroco por ejemplo, y en seguida empiezo a ver bostezos por doquier sea la hora que sea. Entonces les pregunto, intento involucrarles en la clase, pero soy consciente de que el tema les interesa bien poco o nada. No toman apuntes, a pesar de que estoy aportando datos e interpretaciones que complementan el dossier. Tengo la impresión de que la cultura tal como la entendemos algunos todavía es absolutamente ajena a ellos. ¿Qué les interesa, pues? ¿Qué les motiva? Pues lo ignoro. Desde luego la curiosidad hacia el mundo circunadante, no. El pasado tampoco les motiva, ni el arte o la literatura. Me refiero a alumnos de segundo de bachillerato humanístico y social. Demoledor. Quizás sea mi instituto, quizás sea la promoción. No sé.