Me ha llamado mucho la atención lo que explica Gregorio Luri en una entrada de su blog.
Reivindica la inocencia de series como “La casa de la pradera” y dice:
"En esta temporada moral se lleva más en los cines los finales ambiguos: los canallas honestos, los polis corruptos, los políticos sinceros. Nadie tiene que ser ni muy bueno ni muy malo, que eso no se estila.”
Lleva razón pero yo veo en esos hechos un afán de verdad. Es cierto que los buenos de “La casa de la pradera” se presentaban como un modelo a imitar. Los buenos de antaño eran modélicos, no vengativos, nunca crueles sino justos con el malo e incluso compasivos. Pero hay un momento en el que los buenos de la “Casa de la pradera” nos cansan porque no son humanos. Parecen ángeles y entonces los vemos falsos.
No me parece mal que haya policías honrados e incorruptibles en las películas, ideales a imitar, así eran los de antes, Pero a la larga esos personajes pueden resultar ideológicos (en el sentido marxista). Es decir, mientras llenamos la pantalla de buenas personas los policías reales pueden ser corruptos y mafiosos.
Entonces aparecen en el cine los policías oscuros, describiendo personalidades más complejas, como una crítica y una denuncia de la realidad. No son simples y puros, sino complejos, malos a ratos y buenos en ocasiones. Viven corrompidos pero tienen siempre un fondo de humanidad admirable que a veces aparece. Son menos ingenuos que los buenos de antaño, pero en un sentido más parecidos a los seres de verdad.
Y entonces viene el siguiente paso. Que consiste en que esas películas llenas de corruptos se convierten en la ideología. “Cómo va ser uno honrado en un mundo así”. Todo el mundo es corrupto y sirve a sus propios intereses, luego nadie puede ser honrado.
Siempre me ha dejado perplejo como dos modos de representar la realidad tan extremadamente diferentes (policías incorruptibles, policías corruptos) pueden ser ambos ideológicos.
Uno ocultando la maldad que existe y otro haciéndonos creer que la bondad no puede existir.
Platón en la República quería que se prohibiera mostrar a los dioses realizando actos reprobables. ¿Cómo iba el pueblo a ser bueno si los dioses no lo eran?
Hoy nos cuesta entender esta censura que él proponía. Sin embargo cuando veo al tutor de Lisbeth Salander abusando sexualmente de ella... su tutor, el hombre que con más celo debería velar por su bien, aquel a quién el Estado le encarga esta labor , ¡¡la viola!!
¿Es posible que con personajes así los padres puedan pensar bien de los profesores de sus hijos?
Reivindica la inocencia de series como “La casa de la pradera” y dice:
"En esta temporada moral se lleva más en los cines los finales ambiguos: los canallas honestos, los polis corruptos, los políticos sinceros. Nadie tiene que ser ni muy bueno ni muy malo, que eso no se estila.”
Lleva razón pero yo veo en esos hechos un afán de verdad. Es cierto que los buenos de “La casa de la pradera” se presentaban como un modelo a imitar. Los buenos de antaño eran modélicos, no vengativos, nunca crueles sino justos con el malo e incluso compasivos. Pero hay un momento en el que los buenos de la “Casa de la pradera” nos cansan porque no son humanos. Parecen ángeles y entonces los vemos falsos.
No me parece mal que haya policías honrados e incorruptibles en las películas, ideales a imitar, así eran los de antes, Pero a la larga esos personajes pueden resultar ideológicos (en el sentido marxista). Es decir, mientras llenamos la pantalla de buenas personas los policías reales pueden ser corruptos y mafiosos.
Entonces aparecen en el cine los policías oscuros, describiendo personalidades más complejas, como una crítica y una denuncia de la realidad. No son simples y puros, sino complejos, malos a ratos y buenos en ocasiones. Viven corrompidos pero tienen siempre un fondo de humanidad admirable que a veces aparece. Son menos ingenuos que los buenos de antaño, pero en un sentido más parecidos a los seres de verdad.
Y entonces viene el siguiente paso. Que consiste en que esas películas llenas de corruptos se convierten en la ideología. “Cómo va ser uno honrado en un mundo así”. Todo el mundo es corrupto y sirve a sus propios intereses, luego nadie puede ser honrado.
Siempre me ha dejado perplejo como dos modos de representar la realidad tan extremadamente diferentes (policías incorruptibles, policías corruptos) pueden ser ambos ideológicos.
Uno ocultando la maldad que existe y otro haciéndonos creer que la bondad no puede existir.
Platón en la República quería que se prohibiera mostrar a los dioses realizando actos reprobables. ¿Cómo iba el pueblo a ser bueno si los dioses no lo eran?
Hoy nos cuesta entender esta censura que él proponía. Sin embargo cuando veo al tutor de Lisbeth Salander abusando sexualmente de ella... su tutor, el hombre que con más celo debería velar por su bien, aquel a quién el Estado le encarga esta labor , ¡¡la viola!!
¿Es posible que con personajes así los padres puedan pensar bien de los profesores de sus hijos?
1 comentario:
Gracias por la referencia.
En el fondo -creo- se trata de saber que protege mejor nuestra finitud.
Los profesores de filosofía deberíamos poder decir que nosotros educamos éticamente mejor que "La casa de la pradera" (te aseguro que no puse este ejemplo por casualidad). ¿Lo podemos decir?
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